
Nuestro dentista se quedó en el hospital y suturó a la hija de Eugenia. Inma y yo, después de realizar un vendaje compresivo a lo largo de todo el brazo de la otra niña, nos montamos en la ambulancia con el Pastor Carlos al volante y nuestra misionera Cristina como copiloto.
La niña de 10 años había sangrado mucho y por eso decidimos cogerle una vía para pasarle un suero. Fue un poco dificil, entre el susto que ella tenía y el mal estado de la carretera de Hafia. Al final entre bote y bote, Inma lo consiguió. El pastor Carlos decidió poner luces y sirena ya que el trafico llegando a Bissau siempre es muy intenso.
Al llegar al aparcamiento del hospital Simao Mendes levantamos cierta espectación ante todas las personas que se encontraban tanto fuera como dentro esperando. Pienso que no están acostumbrados a ver llegar a nadie al hospital con su vía y su suero ya puestos y por la cantidad de sangre que ella llevaba en su ropa.
Nos atendieron con rapidez, entramos directamente a la sala de cirugía. Allí habia dos camillas de acero, bastante antiguas, una mesa con algunas pinzas y portas, un armario en el que había más instrumental y al lado un lavamanos.
La tumbamos en una de las camillas y lo primero que nos preguntó la enfermera es que si llevabamos guantes y compresas. Nosotros ibamos preparados con guantes, ya que la Dra. Agua, que colabora algunas tardes en el hospital Emanuel, nos dijo que en el Simao no teníaan guantes para operar. Compresas no llevabamos así que sacaron unos montoncitos de ellas, sin esterilizar ni nada. Ningún material estaba estéril.
Empezaron a poner anestesia sobre las heridas y la pobre niña se retorcia de dolor. El doctor tenía poco cuidado, utilizó una aguja intramuscular que incluso en algunas ocasiones se doblaba. Apenas dejaba que pasara tiempo para que la antestesia hiciera efecto y la sutura era una seda muy gruesa con una aguja demasiado grande.
Como en dos de los cortes había seccionadas también algunas arteriolas, tuvo que clamparlas. Lo hizo con kocher bastante grande también. Mientras tanto Cristina, Inma, el Pastor y yo intentabamos sujetar y calmar a la vez a la pobre niña. Para mi fue horrible, en ocasiones miraba a Inma y veía que a ella también se le saltaban las lágrimas como a mí.
El remate de la situación fue cuando el doctor le dijo algo a la enfermera y ésta entró en una habitación de al lado, apareció con una sutura en la mano, la puso debajo del grifo y la lavó. Ésta fue utilizada para coser los vasos clampados.
Los puntos que le dieron eran todos seguidos y cada vez que daba uno, con el porta en una mano y el hilo en la otra, los apretaba fuertemente contra la piel, esto le dolía bastante.
Una vez termiando, la enfermera cogió una de las toallas que nosotros llevabamos, la empapó con agua del grifo y con ella limpió todo el brazo de la niña. Usai estaba llena de sangre por todos lados.
Viendo esto, Inma y yo decidimos que ni se molestaran en tapar las suturas.
Volvimos a nuestro hospital. Allí la duchamos, tenía sangre hasta en los pies. Una vez limpita y cambiada de ropa, hicimos las curas, rematamos con algún steri strip y vendamos todo el brazo.
A los ocho días empezamos a quitarle los puntos. La sutura más importante de las ocho que le hicieron, se abrió bastante.
A día de hoy, que ya han pasado poco más de quince días del accidente, casi todas las suturas están bien. Seguimos con las curas e intentando convencerla de que tiene que tener cuidado. Es una niña muy grande y muy fuerte, a veces algo desobediente. Aún así no se merecía el trato que recibió en el Simao y creo que algo ha aprendido de toda esta experiencia. Nosotros también, si necesitamos alguna vez volver al Simao nos llevaremos de todo, suturas, guantes, gasas y lo que creamos necesario. Gracias a que en nuestro hospital tenemos casi de todo y en mejores condiciones que ellos.
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