Nha Kau

Mis ultimos dias en el barrio de Hafia fueron muy especiales. La mezcla de sentimientos era inevitable. Por un lado la alegría de volver a casa y encontrarme con los mios. Por otro, muchisima tristeza por tener que dejar atrás mis dias en el hospital, los abrazos y cariños de los niños del orfanato, las sonrisas de agradecimiento de los pacientes, los saludos diarios de los vecinos del barrio, la compañía de los demás voluntarios y trabajadores, tanto del hospital como del orfanato y sobre todo, los abrazos y conversaciones con Gabriel, mi ahijado.

Gracias a él los diez dias finales fueron los mejores. Es un niño increíble, simpático y muy querido por todo el mundo. Cuando llegué al orfanato en julio, Gabi no estaba, sentí mucha pena porque era una de las cosas que mas me ilusionaban al plantearme el viaje.

Por suerte, la mañana del penúltimo jueves que estuve allí, Eugenia, la directora del orfanato, se presentó en el hospital para decirme que si quería, tenia la oportunidad de ir a Bafatá a conocer a Gabriel. Buba, el jefe de las obras que se llevan a cabo en el hospital y el orfanato, iba hacia allí y me acercaba a casa de la abuela de Gabriel sin ningún problema. En unos diez minutos ya estaba lista.

Bafatá es muy parecido a Bissau y está a unos 200km de este. Benjamín, otro pequeño del orfanato, y Miguel, hijo de Eugenia, me acompañaron en el viaje. Estuvimos unas horas en casa de los familiares de Gabriel y nos volvimos al orfanato con él, así lo decidió Eugenia. Pensó que era una buena idea que pasáramos unos días juntos antes de mi regreso a España.

Desde aquel jueves Gabriel y yo pasamos mucho tiempo juntos. Iba a verme al hospital, cada vez que me veía por el orfanato salía corriendo hacia mi, iba a lavar ropa, Gabriel venia detrás... incluso Eugenia le dio permiso para salir a Bissau conmigo un sábado para celebrar mi cumpleaños.

Nuestra despedida fue difícil, pero como le prometí, volveré a verle y le llevare un regalo muyyyyyy grande, como me pidió.